Con la polémica (aún vigente) sobre las amalgamas dentales, la presencia de plomo en juguetes infantiles o la asociación entre el consumo de atún y la intoxicación por mercurio, está claro que el problema de la intoxicación por metales pesados despierta a día de hoy un gran interés científico, social y medioambiental.
No es nuevo. La exposición continua al plomo, mercurio, cadmio y otros metales pesados en la antigüedad representa uno de los primeros riesgos ambientales descritos en la historia de la humanidad.
Avanzando en la línea del tiempo, incorporados en materiales de construcción, obras de arte, pigmentos textiles, manjares de las clases pudientes y comida enlatada para los humildes, el impacto de los metales pesados en la salud ha llegado hasta nuestros días.
En las últimas décadas, asociado a nuestro estilo de vida y nuestra manera de alimentarnos, el problema de los metales pesados se ha disparado: están en el aire, en la comida, en la bebida y en productos de uso frecuente.
El problema es que causan un gran daño en la salud y el bienestar, y en numerosas ocasiones pasan desapercibidos. Por eso es muy importante conocerlo y saber qué podemos hacer para evitar o corregir el problema.
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Metales pesados perjudiciales para la salud
No hay una definición clara de “metales pesados”: se han clasificado en base a la densidad, el peso atómico o a otras propiedades químicas específicas. Pero forman parte de un grupo tan heterogéneo de elementos químicos que no es fácil definir exactamente qué son los metales pesados.
Lo que sí podemos decir es que, en general, se trata de elementos innecesarios para nuestra salud y que pueden resultar muy perjudiciales si penetran en el organismo.
Están presentes en la comida, el agua, el aire, algunos medicamentos, las amalgamas dentales, la tecnología nuclear, las pinturas, los materiales de construcción y numerosos productos de uso frecuente en nuestro día a día. Los metales pesados son de las toxinas más perjudiciales que existen hoy en día y por eso es tan importante conocerlos.
Nos hacen la vida más fácil y, aun así, deberíamos evitarlos en la medida de lo posible ya que tienen un impacto muy importante sobre nuestra salud y nuestro bienestar.
Consecuencias de la intoxicación por metales pesados
Con el cambio en el estilo de vida y en los sistemas de producción alimentaria, la exposición a metales pesados se ha disparado en las últimas décadas. Cada día cientos de productos que contienen metales pesados entran en contacto con nuestro organismo y roban un poco de nuestra salud.
Esto se hace evidente cuando tenemos una exposición a grandes dosis de alguno de estos metales pesados, por ejemplo, por nuestra ocupación profesional o en casos de accidente laboral. En esas situaciones se produce una toxicidad inmediata que requiere de tratamiento urgente, pero esto es lo menos frecuente.
Lo más habitual es que estemos expuestos a pequeñas dosis de metales pesados de manera cotidiana durante mucho tiempo, y el daño sobre nuestra salud física, mental y/o emocional pase desapercibido hasta que esta acumulación haya causado estragos.
Los metales pesados tienen especial afinidad por las grasas, por eso se acumulan con mayor frecuencia en el tejido adiposo, el cerebro y la médula ósea, tejidos y órganos ricos en grasa. Pero también pueden acumularse en los pulmones, el intestino, la tiroides, el páncreas, los riñones, los ovarios y los testículos, las articulaciones, los huesos, el hígado o los vasos sanguíneos, entre otros.
Allí, el mercurio, el aluminio, el plomo y el resto de metales pesados entran en contacto con nuestras estructuras y alteran el funcionamiento de todos estos órganos y tejidos porque provocan:
- Daño oxidativo por exceso de radicales libres.
- Agotamiento de minerales y vitaminas.
- Alteración del funcionamiento celular.
- Daño mitocondrial, que explica la frecuente falta de energía, fatiga, dificultad para pensar con claridad, etc, que experimentan quienes sufren una intoxicación por metales pesados.
- Inflamación crónica.
- Alteración cromosómica o daño del material genético celular, mecanismo por el que los metales pesados pueden favorecer el desarrollo de algunos tipos de cáncer.
Todo esto se traduce en un amplio abanico de problemas de salud: pérdida de memoria, niebla mental, cansancio, cambios de humor, ansiedad, depresión, insomnio, alteraciones neurológicas (autismo, esquizofrenia, esclerosis múltiple, deterioro cognitivo, enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, déficit de atención, hiperactividad), visión borrosa, ganancia de peso, dolor articular, intestino irritable, reflujo gastroesofágico, disbiosis intestinal, anemia, dermatosis, inmunodepresión, daño renal, déficit de testosterona, esterilidad, enfermedad cardiovascular y aumento del riesgo de cáncer (colon y mama).
En resumen, los metales pesados aceleran el envejecimiento y aumentan el riesgo de multitud de problemas de salud.
A quién afectan los metales pesados
Típicamente se habla de las mujeres embarazadas, los niños y las personas enfermas, pero el problema de los metales pesados va mucho más allá.
Aunque hay personas que son más vulnerables a la toxicidad por metales pesados que otras, la respuesta a esta pregunta puede ser preocupante: todos podemos vernos afectados por los metales pesados.
Situaciones en las que el riesgo de intoxicación por metales pesados es mayor:
- Ocupaciones de riesgo: talleres mecánicos, empresas de pintura, artistas plásticos, gasolineras, industrias de construcción, metalurgia, vidrio, industrias que trabajan con semi-conductores o con tecnología nuclear, agricultura de explotación industrial o clínicas dentales.
- Exposición a radiación electromagnética (por profesión, vivienda, estilo de vida): las radiaciones electromagnéticas potencian el efecto perjudicial de los metales pesados en nuestra salud, a la par que los metales pesados agravan el daño de las radiaciones electromagnéticas en la salud (a través del daño mitocondrial y la alteración de los canales de la membrana celular).
- Determinadas enfermedades: intestino permeable, daño del hígado, infección crónica, alteración del control de la glucemia (resistencia a la insulina, prediabetes, diabetes), deficiencias nutricionales, alta carga de estrés mental y/o emocional o daño renal.
Todos debemos tener cuidado ya que la exposición a metales pesados es continua hoy en día en nuestro entorno.
Cómo diagnosticar una intoxicación por metales pesados
1º Debemos observar nuestro estado de salud y bienestar.
Éstas son solo algunas alteraciones:
- Baja energía
- Disminución de la capacidad mental
- Alteraciones del estado de ánimo
- Síntomas de dolor o malestar a algún nivel específico
- Tendencia a las infecciones
- Enfermedades que se alargan en el tiempo
¿Tenemos alguno de esos síntomas físicos, mentales y/o emocionales asociados a la intoxicación por metales pesados? Detrás de estas alteraciones puede haber una acumulación de metales pesados.
2º Podemos confirmar la sospecha con alguna prueba analítica.
Existen distintas pruebas de detección y lo ideal es combinar varias de ellas, pues cada una nos aporta diferente información y ninguna es perfecta.
Éstas son las pruebas más habituales para la detección de metales pesados:
- Análisis de sangre (empleado normalmente para diagnosticar intoxicaciones agudas y recientes)
- Análisis de orina
- Estudio de las heces
- Análisis de cabello
Como hemos dicho anteriormente, un problema característico de los metales pesados es su acumulación en los tejidos internos. Ésta es la razón por la que se emplean sustancias llamadas “quelantes”, como el DMSA, que atrapa el metal pesado (en particular, mercurio, arsénico y plomo) y fuerza su salida de los tejidos hacia la sangre y de ahí a los riñones para entonces poder ser detectado en la orina.
Cómo reducir la acumulación de los metales pesados
1º Reducir la exposición a metales pesados.
Para eso tenemos que saber dónde se encuentran y qué podemos hacer para reducir su entrada en nuestro organismo.
Los metales pesados están presentes en el alimento, la bebida, el aire, algunos medicamentos, sustancias químicas y productos de uso cotidiano:
- Mercurio: lo encontramos en peces grandes (atún, tiburón, pez espada), amalgamas dentales y vacunas que contienen timerosal.
- Aluminio: en fármacos antiácidos, vacunas, latas de comida, cazuelas, papel de aluminio, contenedores de alimentos de aluminio, desodorantes (incluido el natural, elaborado con piedra o cristal de alumbre).
- Plomo: antes presente en la gasolina, ahora lo encontramos en pinturas (así llega a los juguetes infantiles), cosméticos, tabaco, agua de consumo.
- Talio: sustituyó al plomo de las gasolinas como aditivo para reducir el ruido y mejorar el rendimiento del motor. Es común en el aire contaminado por la polución y el escape de los automóviles.
- Arsénico: en los alimentos de producción industrial (fármacos administrados a los animales o pesticidas de las plantas). El arsénico está detrás del problema del arroz integral del que se habla cada vez más, y se puede encontrar en el vino, el zumo de manzana, el agua potable y ciertas ocupaciones profesionales (fábrica de vidrio o producción de semi-conductores).
- Cadmio: en el tabaco, los alimentos y ciertas ocupaciones (industria metalúrgica y soldadores).
- Otros metales pesados: estaño, platino, níquel, titanio, cesio, uranio, tungsteno, berilio, antimonio…
Ahora que sabemos dónde se encuentran, podemos reducir la entrada de metales pesados al organismo:
- Filtrar el agua del grifo: con una destiladora portátil o bien mediante la instalación de un filtro de ósmosis inversa. El agua del grifo puede contener:
- plomo y cobre: procedentes de las tuberías antiguas,
- cadmio: empleado para mejorar las características físicas de las tuberías de PVC,
- aluminio: utilizado para eliminar la turbidez del agua,
- otros metales pesados contenidos en los compuestos de cloro.
- Respecto a la comida: elegir alimentos de producción ecológica siempre que sea posible, pelar y lavar las frutas y verduras, y reducir el consumo de pescado de gran tamaño (como el atún, el tiburón, el pez espada o el pez emperador).
- En la cocina: elegir utensilios libres de metales pesados, como el vidrio, y evitar el uso de papel de aluminio o de recipientes de aluminio que vayan a estar en contacto con el alimento caliente (por ejemplo, al guardar un alimento recién cocinado o colar la pasta recién hervida, cocinar un alimento en el horno).
- Medicamentos: evitar el abuso de antiácidos (contienen aluminio).
- Evitar las amalgamas dentales de plata y eliminar las ya existentes con todas las medidas necesarias de seguridad. El composite es un buen sustituto.
- Evitar desodorantes y cosméticos que contengan metales pesados.
2º Favorecer la eliminación de los metales pesados.
Con las decisiones que tomamos respecto a la dieta y el estilo de vida podemos reducir el impacto negativo de los metales pesados en nuestra salud.
Hay ámbitos de la vida en los que, por el contrario, nos es muy difícil intervenir: existe contaminación en el aire, polución en las ciudades o puede que tengamos un trabajo que conlleva una exposición laboral a metales pesados. En estos casos cobra una relevancia aún mayor todo lo que podamos hacer para favorecer la expulsión de toxinas derivadas de los metales pesados y mantener nuestro cuerpo lo más limpio posible:
- Favorecer el trabajo del hígado, el gran filtro de nuestro organismo:
- beber agua de buena calidad,
- incluir alimentos ricos en azufre, que favorecen el trabajo de transformación de toxinas por el hígado: como el brécol, la coliflor, los huevos, los aguacates o las cebollas rojas,
- llevar un estilo de vida saludable,
- tomar infusiones o suplementos, como el diente de león, el cardo mariano, la alcachofa o el desmodium, entre otros.
- Favorecer el trabajo de los riñones:
- beber agua suficiente para favorecer la eliminación de toxinas a través de la orina,
- beber agua con zumo de lima, limón o vinagre de manzana para favorecer la apertura de los conductos biliares y con ello la salida de toxinas hacia el intestino y el torrente sanguíneo para su posterior expulsión,
- tomar infusiones de mejorana, achicoria, grosella o semillas de hinojo.
- Activar la sudoración mediante el ejercicio físico o las sesiones de sauna:
- exfoliar la piel antes de entrar en la sauna potencia el drenaje linfático posterior y con ello la movilización de toxinas,
- terminar con agua fría ayuda a barrer las toxinas que quedan en la piel con el sudor.
- Favorecer el tránsito y la salud intestinal: junto con la piel, los riñones y los pulmones el intestino es uno de esos grandes “emuntorios” del cuerpo, es decir, uno de los órganos encargados de la limpieza y depuración del organismo, en este caso, mediante la expulsión de toxinas al exterior a través de las heces:
- llevar una dieta anti-inflamatoria y una dieta de exclusión para evitar los alimentos que dañan el intestino,
- incluir alimentos ricos en clorofila, que muestra una excelente acción quelante (atrapa los metales pesados): espinaca, espirulina, clorella, cilantro, perejil,
- incluir alimentos que favorecen la producción de glutatión (el gran antioxidante del organismo y esencial para protegernos del daño oxidativo provocado por los radicales libres): alimentos ricos en azufre, la cúrcuma, el ajo, el romero y la canela,
- incluir en la dieta las semillas de chía y de lino o cáñamo, ricos en antioxidantes y fibra, el caldo de huesos y los alimentos fermentados (pepinillos, encurtidos, kimchi, miso, tamari, etc.),
- podemos contemplar la posibilidad de aplicar un enema suave: el de café es especialmente interesante porque estimula el sistema de drenaje de toxinas del hígado,
- son también de ayuda un irrigador de agua o una hidroterapia de colon con reposición de la microbiota mediante la suplementación con probióticos.
- Potenciar la eliminación de toxinas a través de los pulmones:
- incluir actividad física a diario o ejercicios de respiración,
- tomar infusiones de tomillo, manzanilla y ortiga, roiboos o salvia.
3º Aumentar la energía necesaria para procesar la eliminación de metales pesados.
La eliminación de toxinas del organismo es un proceso que exige mucha energía. Por lo general, cuando tenemos una acumulación de metales pesados, sentimos una falta de energía generalizada (cansancio, estrés…) además de no gestionarla adecuadamente. Esta situación nos hace entrar en “modo ahorro” y como consecuencia nos cuesta pensar, decidir o actuar. En ese estado no nos sobra energía para poder hacer el trabajo extra de depurarnos entrando en un círculo vicioso que no tiene fin.
Por eso, para empezar esta eliminación de metales pesados es tan necesario recargarnos de energía y lo podemos conseguir con pequeñas acciones cotidianas: andar descalzos, estar en la naturaleza, pasear o bailar, entre otros.
Además, asociado a su papel de filtro principal del organismo, el hígado actúa también como una gran batería: igual que cuando está saturado nos sentimos cansados, cuando está equilibrado nos sentimos energizados. Por eso su limpieza y puesta a punto nos ayuda también a recuperar esa energía vital tan necesaria.
Suplementos para la eliminación de metales pesados
Por último, existen protocolos específicos para la eliminación de metales pesados, que tienen por objeto:
- Preparar al organismo en general y al hígado en particular para la función de depuración.
- Activar la movilización de metales pesados desde los tejidos en los que están retenidos hacia el torrente sanguíneo, para dirigirlos hacia el hígado y los emuntorios.
- Potenciar la expulsión de toxinas.
Estos protocolos incluyen suplementos de vitaminas, minerales y aminoácidos muy interesantes en el trabajo de eliminación de metales pesados:
- Magnesio: facilita cientos de procesos metabólicos.
- Zinc: importante en la expulsión del cadmio y en la recuperación del sistema inmune.
- Selenio: muy interesante para la recuperación de lesiones cromosómicas o de la función tiroidea causados por metales pesados y para la eliminación del cadmio, el arsénico, el mercurio y la plata.
- Potasio: ayuda específicamente a expulsar el talio.
- Antioxidantes como las vitaminas E y C y el glutatión: esenciales para protegernos del daño oxidativo por la acumulación de radicales libres asociado a la intoxicación por metales pesados.
- Yodo: especialmente importante en casos de intoxicación por cloro, bromo y flúor, que desplazan el yodo de la célula.
- Cisteína, metionina, MSM: favorecen el trabajo del hígado.
Como siempre, recordad que la suplementación debe estar supervisada por un profesional competente, y en este caso es especialmente importante. La depuración de metales pesados es un proceso complejo y delicado, que si no se hace correctamente puede desencadenar graves inconvenientes, molestias y problemas de salud.
Los metales pesados forman parte de nuestra vida y en muchas situaciones nos hacen más fácil el día a día. La otra cara de la moneda es que tienen efectos perjudiciales para nuestra salud.
Saber qué son, por qué son peligrosos para nosotros y qué podemos hacer para mitigar el daño en nuestra salud es clave para poder convivir con ellos de una manera más pacífica, sin tener que pagar un precio tan caro a cambio y recuperar las riendas de nuestra salud y nuestro bienestar.
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Hola.. estoy buscando alguien que me guíe para realizar desintoxicación de metales pesados.. solo encuentro videos pero quien me puede llevar de la mano con esta desintoxicación
Un artículo interesantísimo y muy claro, lo q permite comprender perfectamente a los q no somos especialistas en la materia.
Muchas gracias.
Llevo 10 años portador de una prótesis y con niveles por encima de lo aconsejable de titanio en suero, alguien sabe donde me puedo documentar al respecto de las causas para mi salud, gracias.
Hola, los he descubierto hace muy muy poquito y estoy enganchada a vuestros articulos. Enhorabuena!
Bienvenida Victoria. ¡Tienes lectura atrasada 😉!
Tengo intoxicación por Mercurio estaño y bario según m dice análisis de pelo. Donde puedo ir que m ayuden con seguridad? Mi Salud es muy delicada aunque tengo 50 años. He probado y he ido a tantos sitios y ahora a estas alturas en vez de fatiga crónica se me abre una puerta a la esperanza gracias a vosotros.