He estado este mes en visión túnel sobre André Malraux, novelista y ministro de cultura de Francia en los años 60.
Mi interés por él se vio reavivado después de escuchar a un intelectual francés, de esos que hablan de la vida sin vivirla plenamente, desde la biblioteca, decir algo así como que uno no puede entender realmente qué es el amor hasta que no ha leído a Stendhal, ni comprender la muerte sin haber leído ¨El tiempo del desprecio¨ de Malraux.
La inspiración caduca con rapidez y las musas pasan, así que inmediatamente me hice con la novela de Malraux, pensé que entender la muerte era un hueso más fácil de roer que entender el amor.
Hay aspectos de la vida de Malraux realmente interesantes que me han llamado la atención, de los cuales se pueden sacar muchas conclusiones y reglas concretas aplicables a la vida.
Una de ellas es que cada noche, al final de la jornada, arrancaba de su agenda y destruía la hoja correspondiente al día que cerraba. No quería que trascendieran los detalles de su vida privada ni la especificidad de cómo se organizaba.
Creo que entendía muy bien la psicología humana; sabía que si esas agendas con anotaciones sobre su vida terminaban en manos de reporteros, periodistas o historiadores, su publicación captaría más atención que las ideas que quería promover.
Entendía que lo anecdótico distrae y que está reñido con el pensamiento conceptual, con el desarrollo de las ideas y con la construcción de una realidad mejor.
Qué actual es esta idea… La distracción y la incapacidad de concentrarse y pensar es probablemente el escollo número uno que boicotea nuestra salud, nuestro bienestar y nuestro crecimiento.
También estoy convencido de que más allá de las infinitas opciones de entretenimiento que nos tientan de manera constante, el círculo vicioso de falta de motivación y objetivos claros se ve acelerado por un estilo de vida que erosiona nuestra biología y limita nuestra fuerza de voluntad.
Y no tengo la menor duda de que el paso número uno para romper esta dinámica es retomar el control de nuestros hábitos nutricionales y de estilo de vida.
De ahí nace todo, somos una máquina biológica.
Pero retomar el control de nuestra biología, cambiar hábitos de vida, no es fácil.
Lo es sobre el papel, ¿verdad? Sólo tienes que minimizar la ingesta de comida procesada, centrarte en alimentos reales, moverte más, acostarte pronto, respetar tu ritmo circadiano… Fácil de decir, muy difícil de poner en práctica y sobre todo de mantener.
La información por sí sola no siempre es suficiente, necesitamos apoyo y acompañamiento para construir esos nuevos hábitos, consolidarlos y alcanzar nuestros objetivos.
Eso es lo que Andrea Holm y su equipo hacen en Wellestar Life, ayudarte y acompañarte en tu camino para retomar el control de tu biología, de tu salud y de tu vida.
He pasado a formar parte de este equipo, como consultor, colaborando en la concepción de este servicio y apoyando con clientes allí cuando sea necesario.
Sólo hay una cosa en la que el resto del equipo y yo no nos hemos puesto de acuerdo: el coste del servicio. Creo que es excesivamente bajo para la calidad de lo que ofrece y el nivel de personalización y seguimiento.
Pero, ¡hey!, donde hay patrón…
Quizá pienses que digo esto como estrategia de psicología y persuasión, basada en la idea de escasez. Ya sabes, del tipo ¨solo por tiempo limitado¨ o ¨aprovecha la oportunidad única¨.
No lo es. Estoy absolutamente convencido de que el tiempo me dará la razón y tarde o temprano el precio del servicio tendrá que reflejar la calidad.
Veremos.
Mientras tanto, échale un ojo a Wellestar Life.
Por cierto, mi historia favorita de Malraux es en la que escribe una nota a otro alto cargo del gobierno diciendo: ¨no me ha gustado su carta, envíeme otra.¨
Hay gente que está hecha de otra pasta.