Hace unas semanas estuve como invitado en el podcast de Jana Fernández, hablamos de rutinas matinales, de entrenamiento, de longevidad y de un montón de cosas más.
Como Jana únicamente publica la versión audio de su podcast, he subido a mi canal de YouTube el vídeo del episodio, lo puedes ver aquí.
Por otro lado, hemos mejorado la web de Wellestar Life, proyecto de coaching liderado por Andrea Holm con el que colaboro. Si quieres producir cambios profundos en tu vida, puedes echarle un ojo aquí.
En otro orden de cosas…
En las últimas semanas he pasado algo de tiempo por el sur de Francia y el noroeste de Italia.
Entre los croissants de los desayunos en la Costa Azul, el prosecco lombardo y el aire húmedo y frío del Lago Maggiore pensé en lo fácil que puede ser perder el rumbo y tomar decisiones equivocadas.
Y en la historia del prostíbulo en la planta baja.
Imagina que vives en una casa muy grande, de tu propiedad, pongamos que tiene dos plantas.
Como llevas ya tiempo simplificando la forma en la que vives y aplicando principios minimalistas en tu entorno, decides que ocupar la planta superior es más que suficiente para llevar una vida confortable.
Así que liberas totalmente la planta baja, que queda ahora vacía, y continúas con tu vida.
Un día un amigo te cuenta que ha rechazado una oferta de trabajo, que le hubiera supuesto doblar su salario, porque no comparte los valores de la empresa que se la ha hecho.
Pongamos que tu amigo es ingeniero naval y que la oferta es de un astillero que construye barcos balleneros.
Siendo tú una persona muy pragmática, y como sabes que tu amigo tiene dos hijos que pronto estarán en edad de ir a la universidad, con los gastos que eso supone, le intentas hacer ver que quizá debería reconsiderarlo… que al fin y al cabo él solo sería un empleado.
Que la vida es así.
Que el mundo no es perfecto.
Que en cualquier caso él haría su trabajo como ingeniero y que lo que ocurra después no sería su responsabilidad.
Entonces es cuando tu amigo te pregunta si pondrías un prostíbulo en la planta baja de tu casa, ya que la tienes vacía.
Tú te pones muy digno y le dices que no es lo mismo.
Y él te responde que sí, que sí es lo mismo, que la diferencia es que el prostíbulo lo tendrías a la vista y que cada día serías testigo del resultado de tu decisión.
Pero que ser, es lo mismo.