No siempre coincide cómo percibimos la realidad y cómo realmente es. Y una cosa es la correlación y otra cosa son las causas; con la longevidad ocurre exactamente lo mismo.
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De qué depende la longevidad
Por un lado hay aspectos que muestran correlación con una vida longeva, predictores que nos pueden dar una idea estadística de si una persona vivirá una vida larga o saludable, como la velocidad a la que alguien camina o la cantidad de masa muscular que mantiene.
Por otro lado hay aspectos que causan o que producen un aumento de nuestra longevidad. Y no hablamos de este término como algo abstracto, sino con la objetiva y medible realidad de añadir días, meses y años a nuestra vida. Vamos a ver cuatro de estas estrategias, quizá poco convencionales, para alargar la calidad y la duración de nuestra vida.
Exponte a la naturaleza lo más posible
Nos desarrollamos como especie en la naturaleza y estamos diseñados para estar en ella, entre árboles, ríos, valles… en playas, en prados. De ahí venimos. Desde un punto de visto genético se podría decir que la naturaleza es nuestra casa. Por eso pasar tiempo en zonas arboladas reduce el estrés (cortisol), la presión arterial y el ritmo cardíaco.
Por eso también nos calma estar en zonas verdes, nos reduce la ansiedad y nos hace ser más creativos. Incluso el simple hecho de ver imágenes bellas de paisajes de la naturaleza tiene este efecto, el simple hecho de oler compuestos naturales nos lleva bioquímicamente a ese lugar: es como apretar el botón de re-encendido a un aparato electrónico, ¡de repente todo funciona mejor!
Pero seamos prácticos: la mayoría de nosotros no vive en el bosque, en plena naturaleza, ni en lugares paradisíacos, ni probablemente lo tengamos planeado… quizá ni siquiera lo queramos realmente. Lo que sí podemos hacer es traer una parte de la naturaleza a nosotros. Podemos dar prioridad a vivir cerca de un parque la próxima vez que tengamos que mudarnos, o quizá le demos más importancia a escoger una calle arbolada en lugar de uno de esos parajes urbanos desolados. O, para aquellos que puedan, cultivar una pequeña huerta o un jardín es una gran opción, o al menos, tener algunas macetas con plantas en nuestro apartamento o casa. Se ha visto que aquellos que residen en zonas verdes viven más que aquellos que no, y que cuanto más tiempo viven en ese entorno, menor es el riego de mortalidad.
Un estudio observacional concluye que la constante exposición a zonas verdes predice un menor riesgo de mortalidad independientemente de otros factores, como el nivel socio-económico o el origen étnico, que podría influir en la conclusión.
Define tu propósito vital
La mayoría de nosotros tenemos esa vocecita en nuestro interior que nos impulsa a perseguir ese proyecto al que hemos dado tantas vueltas en nuestro cerebro. A empezar esa actividad deportiva o a aprender a tocar ese instrumento musical o a montar ese pequeño negocio… o lo que sea para cada uno: el propósito vital se manifiesta de manera diferente dependiendo de cada persona.
Esa vocecita en nuestro interior nos está diciendo algo más que eso: nos está diciendo que tener un propósito, un objetivo o una meta es una de las necesidades básicas del ser humano. Este otro estudio concluye que tener un propósito vital claro, y perseguirlo, reduce la carga alostática, concepto sobre el que hablaremos en más profundidad en otro artículo. En esencia la carga alostática está relacionada con la cantidad de estrés que podemos sobrellevar, y los investigadores vieron que llevar una vida con propósito está asociado a una mejor salud mental, mejor salud física y una mayor longevidad. La evidencia mostró que esta asociación se puede explicar por la relación entre el propósito vital y los mecanismos fisiológicos que regulan la respuesta al estrés, que a la postre tiene esas ramificaciones positivas para nuestro bienestar y añade años a nuestra vida. Una mayor carga alostática se traduce en una vida más corta, y aquellas personas con un propósito claro tienen una menor carga.
La mala noticia: si no tienes un propósito claro, inventarlo o buscar uno de manera forzada no va a funcionar, no podemos engañar a nuestro propio cuerpo. La buena noticia es que todo el mundo tiene uno, pero en demasiadas ocasiones lo hemos ignorado durante mucho tiempo y está tapado por años de negación, miedo o dudas sobre nuestra capacidad para perseguirlo. Busca en tu interior, ¡está ahí!, y haz lo que realmente tienes y quieres hacer, no lo que se supone que tienes que hacer.
Exponte al frío… y al calor
En el blog somos grandes defensores de la terapia de frío. Se ha visto que tiene grandes beneficios para la salud, y además requiere (y cultiva) la determinación, la fuerza de voluntad y la fortaleza mental; hacen falta las tres cosas para meterse en agua realmente fría. También parece que mejora la longevidad, al menos en animales.
Pero tampoco es necesario llegar al extremo de hacer inmersiones en agua con hielo como las que se hacen en el sistema Wim Hof, donde el agua puede estar a temperaturas entre 4 y 6 grados centígrados; podemos empezar por caminar o pasear sin demasiado abrigo, o terminar nuestras duchas con agua fría, por ejemplo. Cuando hayamos construido el hábito podremos alargar el tiempo de esas duchas frías, aventurarnos a bañarnos en el mar en invierno o a hacer baños de hielo, pero esto no es realmente necesario para conseguir la mayor parte de los beneficios. Si te llama y te apetece, perfecto, pero para la mayoría de las personas una exposición al frío moderada puede ser suficiente.
En el otro extremo, exponerse a calor intenso sin duda también tiene enormes beneficios para la salud y para la longevidad y puede requerir menos fuerza mental y determinación que las inmersiones en agua fría, y de hecho mucha gente lo encuentra más placentero.
Un muy referenciado estudio publicado en 2015 concluye que el uso frecuente de la sauna está asociado directamente con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y muerte por cualquier causa. También se ha visto que la respuesta al incremento térmico activa las llamadas proteínas de choque térmico, que está directamente relacionado con una respuesta hormética y una mayor longevidad.
Mantén a tu pareja en buena salud
Seguro que conoces a alguien, un abuelo u otro familiar, que perdió a su pareja por una enfermedad grave, y poco tiempo después murió también o desarrolló una enfermedad grave. Y esto no es un hecho aislado, se ha visto que el riesgo de muerte aumenta después de perder la pareja vital, especialmente si miramos el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, infecciones o cáncer.
Así que perder a tu pareja se puede traducir en que tú pierdas tu propia vida, principalmente por el aumento del riesgo de sufrir enfermedades derivadas del aumento del estrés producido por esa pérdida. Quizá no puedas evitar la pérdida de esa persona querida llegado el momento, pero lo que sí puedes hacer es convencerla a tiempo para que se una a tu estilo de vida más saludable: mejor alimentación, actividad física, higiene del sueño y descanso, contacto con la naturaleza… ¡tu vida puede depender de ello!
Conclusión
Estas, evidentemente, no son las únicas cuatro cosas en las que puedes trabajar para alargar tu vida y tener una mejor salud, pero sin duda son cuatro resortes básicos que te ayudarán a conseguir esos objetivos. Quizá no te hagan vivir ciento cincuenta años, pero ciertamente podrán ayudar a que añadas cinco, diez o quince años a lo que vivirías si no las implementaras… O no. No hay garantías. ¡Quién sabe!
Pero al menos te harán disfrutar de la naturaleza, fortalecerán tu mente y tu espíritu y harán que pases más tiempo de calidad con tu pareja… Quizá no te alarguen la vida, pero sin duda te harán vivir mejor, ¿o no?
¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Quieres vivir más y mejor?
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